ARNALDO JIMÉNEZ: «MANCHAS DE BREVEDAD»


 

EL PERRO MÁS CHIQUITO DEL MUNDO

 

El abuelo le enseñó a vivir dentro de una caja de fósforo, donde el perrito podía orinar al pie de un árbol y mudar su pelaje y acatar las órdenes de no comerse los pájaros ni los saltamontes. Por fuera estaba tejido con estambres de regazo, tenía el color del séptimo día de la creación, algo turbio como el final de un camino. Cuando Emma lo vio, pensó que era el signo de una fórmula extraña en los mapas de la locura. Y el perrito no podía ser nombrado porque era una migaja de nube casi incomprensible. Su jadeo se escuchaba desde cualquier punto de la casa, y sus ladridos eran unas puntas de agujas fastidiosas y punzantes en los oídos, perturbadores del curso normal de la cotidianidad. Por dentro, el perrito tenía una armazón de cilindros y tuberías insondablemente compleja. Un fluido electroquímico semejante a un combustible rojo recorría una inmensa red de poblados y circuitos de historias distribuidos por la cara interna de la piel, engranadas a su vez a piezas mecánicas cuya cantidad de tornillos y arandelas era imposible escribir en cien cuadernos. La finalidad de este increíble andamiaje, era la de permitir que el perro aceptara las caricias, porque estas, como se sabe, si son infinitas. La niña solía sacarlo a pasear por las lomas de arrugas que la sábana dejaba sobre la cama, el perrito corría alegre, se dejaba caer por ellas, las subía con una extraordinaria rapidez y olisqueaba todos los puntos cardinales por donde la niña había dejado los rastros de su sueño. El perrito se entretenía mordisqueando el calor de Emma como si fuese un hueso de divina procedencia, y no se cansaba de lamer los restos de sonrisas dispersos por la sábana, porque esperaba, de un momento a otro, alcanzar el interminable brillo de la infancia.

 

 

UN TREN

Solo en los pasillos principales hay un ir y venir de encuentros; jamás dos personas pueden no encontrarse; aunque la única distancia que hayan mirado sea el mar. En trenes menos reales que este —esos que rechazan el silencio y se desplazan por rieles de hierro—, se les pregunta a los pasajeros si desean música o pesadillas; en el tren de Sarah, todos están embargados por un solo anhelo: llegar al final del viaje manteniendo intacta la alegría que las mariposas destilan bajo el sol.

La estación mantiene un ritmo de pulsaciones que empujan al tren hacia las entrañas de las casas, y la gran máquina de múltiples vagones se desliza por una intrincada red de vías llenas de alianzas, costumbres de misericordias y pequeños asomos de abismos. Cruza por ventanas que ostentaban las médulas de los muros y se adosa a las ondulaciones de los espejos y los muebles; arranca los espíritus que arman trampas en los rincones y sube y baja la espesura de las luces. Allí, en las casas, conoce el infinito porque se le añade un vagón en el que nunca se acaba el pan de compartir, y el tren sigue viajando hacia dentro…

 

 

PRIMERA NOCHE EN EL HOSPITAL

El hospital estaba cruzado por una amplia calle; por ella pasaban personas huyendo rumbo a las balas, al mareo de los barrios, mujeres apuradas, niños huérfanos mamando la pega de las noches, hombres de luto, gimiendo, padeciendo dolores que traspasaban el cuerpo y seguían más allá del alma, directo a la indiferencia de la historia. Allí vio nacer a un niño y morir a un anciano, la misma noche y a la misma hora. Y escuchaba cómo forcejeaban los humanos contra la fatalidad, vestidos de blanco, tratando de extraviar a la muerte hacia otra pureza. Allí escuchaba la persecución mortal de las bacterias que salían del quirófano, sacudían las paredes, se aferraban a los pulmones, destajaban los ojos, se incubaban en pequeños seres y convertían el sitio en un castillo de verdadero horror con sus demencias simuladas, con sus pasillos curtidos de gritos, auténticas crucifixiones que dialogaban con las dislocaciones de las piernas, los cuellos volteados hacia la miseria, los brazos quebrados por los celos y el cansancio de acunar el dolor una y otra vez. La bacteria era afectuosa con los algodones del silencio, con las amarras de la nada. Y Artemio iba de un pasillo a un banco, de un rechazo a la lástima; al igual que muchos otros, arrastraba consigo los cartones de la pernocta.

 

 

LA MUJER DE LAS CARTERAS

Bajo techos apenas alumbrados por las luces mortecinas de los postes cercanos, vi a la mujer de las carteras. Una señora de andar demorado y sombrío, ataviada por ciento diecisiete carteras y veinte bolsos de todos los tamaños, diseños y colores. Allí los tenía en hileras simétricas, recostados contra la pared. Bolsos de flores golpeadas por torbellinos, con un asa tipo aro y dos broches de aluminio. Un bolso donde vertió el rechazo de Dios y aceptó el amor por la deriva… Le colgaba uno de limo y areniscas, capaz de cargar los mensajes de los muros. Algunos eran memoriosos, ajenos a los sobresaltos del amor; otros eran idénticos a la dicha, rasgados por las abreviaturas de las ánimas. Unos confeccionados con fugas irrevocables, profundos como una ventana. Carteras que conducen a los templos, divididas en los diferentes instantes del silencio. Una para guardar la exactitud de la misericordia. Otras para proteger las lianas de los recuerdos, con lentejuelas de soledad y el maquillaje de una edad persistente. Carteras de dril, con mechas doradas y escondrijos para guardar asperezas. Unas servían para irse de viaje y anunciar el advenimiento de otras sombras; otras se podían utilizar para captar emociones lucífugas, con una urdimbre de cuero ilusorio y un departamento interno donde se incuba el escalofrío de las distancias. Más allá, bajo el techo del baño externo del hospital, instaló su cama de estropajos.

 

 

VOLCÁN CON OLOR A DUENDE: en la mitología nórdica se asegura que los duendes fueron los primeros seres creados por Dios, son eternos, y pueden aparecer y desaparecer a voluntad. Sus únicos y grandes defectos fueron la fascinación por el color del oro y por la burla. Jugueteaban y se burlaban incansablemente, sobre todo del dios Ukko, quien se parecía mucho a Vulcano: era tuerto y cojeaba de un pie. Sus grandes velocidades, no le permitían a Ukko atrapar a los duendes y estos se le subían al cuerpo y le clavaban en los ojos un millar de agujas de plata; además, lo enredaban y le hacían caer aumentando más las risas y los gestos de burla. Así fue como Ukko ideó un plan para vengarse de ellos y construyó un camino de oro hacia un volcán, cuyo cráter tapó con un enorme y fastuoso castillo. Les prometió que si no se burlaban de él habitarían allí para siempre y todo lo que tocaran se convertiría en oro de manera inmediata.

Obsesionados por la promesa aceptada y llenos de la mayor alegría, los duendes subieron el camino de oro y llegaron a la puerta principal del castillo, la cual era enorme, elaborada con piedras preciosas y marfil, al dar un paso hacia la sala la alfombra se abrió mágicamente y los duendes fueron cayendo al fondo del volcán. Los últimos duendes se dieron cuenta y huyeron haciéndose invisibles, se desperdigaron por la tierra, pero en un número muy escaso; aún se mantienen así por temor a la ira del dios. El dios Ukko metía la mano en el volcán y sacaba un duende, le daba forma de animal en sus moldes y luego lo engullía. Se dice que todavía quedan duendes calcinados en su interior, por eso, el volcán mantiene constantemente un humito que contiene el olor de sus pieles chamuscadas.

 

 

VOLCÁN DEL DIABLO: tiene forma de un gran ángel arrodillado mirando hacia las profundidades del alma de Dios. Su sonido parece decir palabras en arameo. El diablo entra por las grietas laterales y se esconde cuando ya no soporta tanta maldad ajena, vomita una sustancia incandescente, la cual representa su dolor y su falta de valentía para seguir ayudando al ser humano en su afán de destruir lo creado. El humo del volcán le ayuda a olvidar por breves instantes esa orden divina. Entonces en su pecho se abre un espejo y él puede observar el grado de horror que ha alcanzado su orfandad. Recobra sus fuerzas y se sumerge en su propia sustancia para adquirir el aspecto con el cual se le conoce.

 

 

PLUMAJE PECTORAL

Admiró tanto las migraciones, la convivencia de las aves con la deriva del viento; padeció tanto el rigor de los relieves: un vagabundear de antorchas en la urdimbre de la soledad, el rechazo a penetrar la entraña de la noche, y la condena a estar ligado a un cuerpo sin nombre; anheló tanto una membrana de vuelo para su espíritu que, un día cualquiera, mientras miraba el color de la lejanía, le brotaron desde el centro del esternón un desorden de plumas luminiscentes que ninguna otra fe ha podido extender entre la piel y el vacío. Así fue como ensayó una develación de prohibiciones y alcanzó la misericordia de las nubes; pero su anatomía ganaba peso con el luto que prometían los abismos. Y quiso profanar los árboles con la insistencia de su imagen, aunque su palabra abandonara la oquedad de los sonidos, prolongara una ambición de sentido y amenazara con invadir las sombras y convertirse en ligadura, sostén de la luz, caja de los días. Iba desnudo, asumiendo la desmesura de los pájaros, acrecentando un devenir de umbrales. Iba desnudo, como reclamando viejos escombros, acaso la constante acechanza de un amor perdido. Y ostentaba ese batir de espigas emplumadas en el pecho, a veces plateadas, como un incendio de cuchillos, casi siempre bermejas, como el instante de una herida.

 

 

ESPUELA DEL CALCÁNEO

En raras ocasiones fue usada para finalizar la agonía de la víctima, hundiendo su fuego en los diversos hospedajes de los pálpitos. Este órgano sirvió: para aferrarse a los costados de las montañas, escarbar en la aridez, desentrañar el cadáver de pequeños animalejos. Estaba incrustado en una base interna carente de terminaciones nerviosas, esto, precisamente, le permitía al humano dar fuertes embestidas contra las superficies rocosas, además de soportar que la espuela se partiera sin causar ningún tipo de dolor. Era un garfio ardido con semblante de signo, afilado en la punta donde moraban y se evaporaban los vértigos. En la parte central, apenas se notaban cinco gránulos que ostentaban el color de la primera sangre; su funcionalidad anatómica pudo haber sido puramente decorativa. El huesecillo parecía contener una protesta vidriosa, capaz de evitar la caída y, con esta, la vergüenza. Aunque se regeneraba espontáneamente, cada vez lo hacía con más lentitud y con menos belleza. En su lugar quedó un hueso de forma redondeada que aún intenta continuarse hacia el lado exterior del pie.

 

 

Estos textos están incluidos Manchas de Brevedad, de Arnaldo Jiménez,EOS Villa,2025.

 

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Arnaldo Jiménez, La Guaira, 1963. Poeta, narrador, ensayista, articulista y corrector. Licenciado en educación en la especialidad de Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo. Maestro de aula desde el 1991 hasta el 2014. Es miembro del equipo de redacción de la Revista internacional de poesía y teoría poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida, de la misma Universidad. Corrector de estilo de la Revista de Ingeniería de la Universidad Central de Venezuela y de Rubiano Ediciones.

En poesía ha publicado: Zumos (2002). El silencio del agua (Recopilación y notas. 2007). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Luz Amontonada (2012). Álbum de mar (2014). Salitre (2014). Resurrecciones (2015). Ráfagas de espejo (2016). Truenan Alcanfores (2016). Álbum de mar (2da edición, 2021). El gato y la madeja (2021). Truenan Alcanfores (2da edición, 2021). Inventario para el más allá (Venezuela-Ecuador, 2021). Dama de noche (2024). En narrativa ha publicado: Chismarangá (2005), “El nombre del frío”, cuento infantil ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2014). La roza de los tiempos (2014). El muñequito aislado y otros cuentos (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Bogotá, 2019). La rana y el espejo (Perú, 2020). El viento y los vasos (2da edición, 2021). El libro de los volcanes (2021). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). 20 Juguetes para Ema (2021). Un circo para Sarah (2021). Ysabel (Novela, 2024). En ensayo ha publicado: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016 y 2021). Y los libros de aforismos: Cáliz de intemperie (2009) y Trazos y borrones (2014).

Primer premio en el concurso nacional de cuentos Fantasmas y aparecidos clásicos de la llanura en el 2002. Premio nacional de las artes mayores 2005.Obtuvo dos premios nacionales del libro región centro occidental por El silencio del agua y La honda superficie de los espejos en el 2008. Recibió la orden Juan Antonio Segrestaa en el 2008.Mención especial en el concurso nacional de cuentos Salvador Garmendia 2010. Finalista en el concurso nacional de microficción Los desiertos del ángel 2010. Finalista en el concurso nacional de cuentos Guillermo Meneses 2011. Mención especial en el concurso nacional de poesía Festival mundial de poesía 2011. Finalista en el concurso de microcuentos, Cada loco con su tema, México,2012. Premio nacional de poesía Rafael María Baralt 2012. Premio Nacional de poesía Stefanía Mosca 2013.Premio nacional de poesía bienal Vicente Gerbasi,2014. Premio nacional de poesía Rafael Zárraga,2015. Ha publicado en diferentes periódicos nacionales y en revistas literarias de Perú, Argentina y España. Es columnista del diario Ciudad Valencia, Edo. Carabobo, Venezuela.

 


 

«DEL OTRO LADO DEL LABERINTO». ANTOLOGÍA DE MINIFICCIONES


 

«Del otro lado del laberinto» es especialmente hermosa: cada texto abre un intertexto, el «archivo primario», con la llave de la minificción y que nos sumerge en un sinfín de historias míticas y recreadas. La palabra se pierde en el mar de Ulises o en los tejidos de Penélope; se fortalece con Teseo y el Minotauro; se tranquiliza con la lira de Orfeo; se marcha con el barquero Caronte, no mira a Medusa o se embriaga con Dioniso. Aquí hay tantas historias y tantos universos que el verdadero agón es soltar amarras y entregarse al laberinto sin temor.

Lilian Elphick

 

 

DESCARGA DIRECTA, AQUÍ y en el portal de Letras de Chile.

 

 

 

 

Ilustración de Sergio Astorga

 

SELECCIONADOS/AS ANTOLOGÍA «DEL OTRO LADO DEL LABERINTO»

 


SELECCIONADOS/AS ANTOLOGÍA «DEL OTRO LADO DEL LABERINTO»

 

María Sofía Abarca

Mariángeles Abelli Bonardi

Alejandra Aguilar Gorodecki

Lilian Aguilar de Andreutti

Liliana Aguilar Orantes

Jesús Alcañiz García

Pilar Alejos Martínez

María Belén Alemán

Ricardo Álvarez Moncada

Esther Andradi

Raúl Aragoneses

Francisco Araya Pizarro

Denise Armitano

Sergio Astorga

Ana Baeza

Karla Barajas R.

Paqui Barbero Las Heras

Sandra Barrera Andrada

María Antonieta Barrientos

Márcia Batista Ramos

Débora Benacot

Sandra Bianchi

Adrián Bolívar

Raúl Brasca

María Eugenia Brito

Ricardo Bugarín

Susana Burotto P.

Guillermo Bustamante-Zamudio

Claudia Bustos G.

David Cabarcas Salas

Damaris Calderón C.

Jorge Calvo

Marylena Cambarieri

Nélida Cañas

Homero Carvalho Oliva

Daniel Casanova G.

Guillermo Castillo R.

Rubén Cerdá Berenguer

Graciela Chávez

Lilian Cheruse

Dimitra J. Christodoulou

Sara Coca

Lía Comitini

Eduardo Contreras Villablanca

Amalia Cordero Martínez

Ingrid Córdova Bustos

Marco Fabián Cortez

Gino Curiel Rondini

Ginés S. Cutillas

Patricia Dagatti

Elisa de Armas

Carmen de la Rosa

Piero De Vicari

Edgar Díaz

Leonardo Dolengiewich

Liliana S. Doyle

Agustina Ernst Saravia

Cristopher Escamilla

Hernando Escobar V.

Raquel Espinosa

Yesid Espinosa Zapata

Liliana Espinoza Tobón

Julio Estefan

Jorge Etcheverry

Gianmarco Farfán Cerdán

Rebeca Lucero Farfán

Andrés Fernández Vergara

Henry Ficher

Patricia Fiore

Miguelángel Flores

Daniel Frini

Camila Fuentes

Patricio Fuentes Catalán

Raúl Garcés Redondo

Daniel García Torres

José A. García

María Maite García Díaz

Rubén García García

Eliah Germani

Virginia González Dorta

Juan Pablo Goñi C.

María Gorodentseva

Eduardo Gotthelf

Ana Grandal

Mercedes Guanchez

Olivia Guarneros

Cristian Guevara H.

Orlando Guevara

Raquel Guzmán

Perla C. Hermosillo

Karla I. Herrera

Leandro Hidalgo

Eduardo Honey

Sergio Infante

Maritza Iriarte

Jorge Andrés Jaime

Arnaldo Jiménez

Victoria Katri

Mirta Krevneris

Rocco Laguzzi

Olga Laudani

Mauricio León

Silvina Lérida

Elisa Logan

Gloria de la Soledad López P.

María Elena Lorenzin

Patricia Lovos

Romeo Lucchi

Ana María Martinengo

Vanessa Martínez Emma

Juan Martínez Reyes

Marcelo Medone

Marisa Mena

Alexei Mendoza Moreno

Néstor Mendoza

Heidi Molina Duque

Ricardo Monasterio

Camilo Montecinos Guerra

Iris Montero Muñoz

Mauricio A. Montoya V.

Ángeles Mora Álvarez

Fabiola Morales Gasca

Omar Moreno

Silvia Moretti

Diego Muñoz Valenzuela

Bárbara Muñumer

Carmen Nani

Patricia Nasello

Ildiko Nassr

César A. Navarrete V.

Laura Nicastro

Stergios Ntertsas

Mara Núñez

Omar Ochi

Scarlette Orozco López

Jorge Héctor Ortiz

José Manuel Ortiz Soto

Raúl Ovalle Gallardo

Zarela Pacheco

Cecilia Palma

Martín Paris

Jorge Pérez Guillén

Gabriel Pérez Martínez

Alejandro Pes Casado

Estela Porta

María Isabel Quintana

Jorge Quispe Correa A.

Farah Rahib

Katalina Ramírez Aguilar

Said Ramírez Téllez

Aurora Rapún Mombiela

Ilich Rauda

Nanim Rekacz

Anita María Riquelme S.

Patricia Rivas M.

Federico Rizzo Sebben

Adriana Azucena Rodríguez

Nana Rodríguez R.

Saturnino Rodríguez R.

Ernesto Rojas

Nicolás Facundo Rojas

Patricia Rojas de Leunda

Aleyda Romero E.

Graciela Roque García

Silvina Rufino

Carlos Enrique Saldívar

Alberto Sánchez Argüello

Claudia Sánchez

Marcelo Sánchez

Angélica Santa Olaya

Manuel Sauceverde

Pablo Sayago Sselton

Norah Scarpa Filsinger

Ana María Shua

Griselda Sierra

Audberto Trinidad Solís

Florentino Sotelo Alaniz

Eliana Soza Martínez

J.R. Spinoza

Lluís Talavera

Fiona Taler

Roger Texier

Marcelo Tittaferrante

Ana Torres Licón

Luis C. Torrico

David Trigo Rodríguez

Ángeles Vázquez Estrada

Guillermo Velásquez Forero

Manuela Vicente Fernández

Cristián Vila Riquelme

Gabriela Vilchez

Claudia Villafañe Correa

Toti Vollmer

Norma Yurié Ordóñez

José Zurita

 

 

 

 

ILUSTRADORES/AS

 

Ricardo Álvarez Moncada

Ana Baeza

Débora Benacot

Graciela Bonardi

Sir Edward Burne-Jones

Homero Carvalho

Gino Curiel Rondini

Carmen de la Rosa

Jorge Etcheverry

Lola Gómez Redondo

Leandro Hidalgo

Liliana Mazza

Martín Paris

Pablo Rapún Mombiela

 

Ilustración de Sergio Astorga

 

RUBÉN GARCÍA G.: «LAS RAZONES DE PASÍFAE»

 

Giulio Romano

LAS RAZONES DE PASÍFAE

Tengo tres días de haber parido al minotauro. El cuerpo lacerado y la matriz desgarrada me duelen, como si estuviera pariendo de nuevo.

El cuarto es sobrio: una ventana pequeña, una mesa con agua y frutas frescas que Dédalo me hace llegar desde la huerta del palacio. Como madre y reina, ordené que solo yo le amamantara. Todos lo ven como un monstruo; para mí, es solo mi hijo.

Antes de dar a luz, Minos llegó a mi dormitorio para echarme en cara el ultraje.

—¿Estás disfrutando del embarazo? —dijo, irónico, cruzándose de brazos.

—Todos se disfrutan, aunque causen dolor; es nuestra matriz dadora de vida. Es el instante donde la madre se eleva a la altura de los dioses.

—¿Debo entender que te sientes satisfecha? —me miraba fijamente.

—Por supuesto que sí —le contesté, enfrentándolo.

—¿Cómo puedes hablar así? Eres la comidilla del pueblo; exigen que te recluyan o que te expulsen de Creta de por vida. —Alzaba la voz, ignorando a la servidumbre.

—No tienes que gritar para que entienda. Piensan así porque no saben que cambiaste el toro nevado de Poseidón por otro cualquiera de tus pastizales.

—Eso lo sabías tú y el cuidador nada más.

—¡Ingenuo! ¿Acaso piensas que Poseidón no lo notaría? ¿Que Helios no ve cada rincón? Su venganza cayó sobre ti, no sobre mí. Yo fui solo un medio para castigarte. ¿De verdad creíste que Poseidón, quien te otorgó el reino de Asterión, se quedaría cruzado de brazos? ¿Que Afrodita no me hechizaría para sentir esa pasión desbordante por el toro, por orden de Poseidón? Y mi dolor no será por las rupturas o el sufrimiento del parto. Mi mayor herida es saber el destino que le aguarda.

Nada duele tanto como ver a un hijo condenado. Duele más que la muerte de un ser amado, porque el futuro se despliega ante ti y solo puedes implorar a los dioses que se apiaden de él. Mi cuerpo podrá sanarlo mi hermana Circe con alguna pócima, pero mi alma de madre... no habrá dios que me consuele. Moriré llevándome la pena de saber que el minotauro encontrará espinas y garfios en su vida. ¿Y qué culpa tiene él? Yo fui solo un vehículo; el origen fue el engaño y la decepción de Poseidón hacia el gran Minos.

 

EL REGALO Y SUS CIRCUNSTANCIAS

Todos los días mi padre viene por mí. Hoy salí temprano y, en vez de esperarlo, fui a su negocio. Lo vi deslizar su mano por el talle de la empleada. Se dio cuenta de que lo vi.

Ahora, en mi cuarto, no puedo dejar de pensar. ¿Le digo a mi madre? Me repito que deben ser figuraciones mías, que quizás estoy malinterpretando. ¿Y si se separan? Siempre he sido su princesita. No sé cómo sería mi vida sin su cariño. Mi padre me procura, me da lo que necesito, me lleva de vacaciones. Tampoco me imagino tener un padrastro.

“Su mejor amiga debe ser su madre —dice mi maestra—. Tienen que contarle todo”. Es cierto, nadie me quiere más que ella. Pero, ¿contarle lo que vi?

—No se lo merece —exclamó mi madre—. Sus calificaciones dejan mucho que desear.

—Es para que se aplique más —dijo mi padre, dándome la caja con el móvil que tanto había pedido.

—¿Te ha gustado tu regalo? —me preguntó días después.

—No tanto —le respondí, devolviéndoselo—. No es el que te pedí.

 

TODO CAMBIA

Ayer vi a Frankenstein salir de una sala de maquillaje. Se acomodó un rulo frente al espejo de un centro comercial y lucía una cabellera dorada y reluciente que terminaba en una colita de pato. Lo seguí hasta una sala de espera, donde departía con un grupo de clientes. Les confesaba, entre risas, que él era un monstruo, y todos reían hasta romperse la mandíbula. Esperaba su turno para una manicura.

Yo soy el Hombre Lobo, salvaje y desaliñado, y por mi olfato reconocí que era Frank. Lo reproché con un gruñido que resonó en la sala, babeando sin parar por su actitud delicada y burguesa. Para calmar mi enojo, di media vuelta y me fui a perseguir los carros que velozmente pasaban por el bulevar.

 

SOLEDAD

En la calzada solitaria, un niño roto tirita, como una sombra que se desdibuja bajo la furia del cielo. Me jala la gabardina y extiende la palma de la mano. No me pide una moneda; me pide un abrazo. Me detengo, respiro, y lo cubro.

 

EN EL DESPUÉS

La sábana color madera se tendía impecable. La luz solar, filtrada por los vidrios, proyectaba un tablero sobre la cama. Ella era una reina blanca, sus vetas canela bronceaban su pecho. Él, un alfil de ébano que sudaba copiosamente. Aún dormidos, soñaban la batalla.

 

EL GEN

Sintió la presencia de otro ser similar, y aprovechando una contracción puso el cordón alrededor de su cuello. Después de la cesárea, sólo uno de los gemelos lloró.

 

LA FUGA

Los dedos del pianista alcanzaron una velocidad de vértigo. En un rondó de arpegios que semejaban alas en movimiento, las manos escaparon hacia el cielo.

 

KILLER

Tumbado en la hamaca, entornando los ojos y rascándome las lonjas de la panza, espero pacientemente al tiempo para matarlo.

 

AÚN TE FALTA OLER EL MAR

No sentirás dolor, le dice el médico a mi esposa. Estoy cubierto por sedantes y analgésicos. Afuera, el perro aúlla; ¿será presagio o buen deseo? Respiro con dificultad; el frío me cala hasta el tuétano, y, aun así, sudo, como si mi cuerpo expulsara el filo de lo que me daña. No tengo dolor, no tengo dolor, me repito, tratando de ser un paciente disciplinado, como si con ello me diese ánimo.

En medio de esta confusión, sueño. En el sueño, un aroma a hierba triturada me envuelve; el olor es intenso. Llega como descarga, el hipo. En un destello, veo a Don Agustín, con sus ochenta y tantos años, señalando a su sirvienta con un dedo calloso: «¿Usted cree? Esta vieja dice que si tengo hipo por un día es señal de que me voy a morir».

Sigo en el sueño, pero las voces de afuera se filtran. Mi esposa, al escuchar mis quejidos, me toca la frente con su mano tibia y temblorosa. «Está agonizando», murmura con un hilo de voz que se quiebra.

«Es puro hipo, mamá», responde el benjamín, el hijo que más amé, con esa mezcla de inocencia y certeza que solo un púber puede tener. «Ya acabó, mamá. Ciérrale los ojos ahora; si no, quedará con los ojos abiertos. Así descansa él, y nosotros también».

El silencio se rompe con un sollozo distante, un lamento que parece venir de otro mundo. Es la voz de mi madre, desde algún lugar, que susurra con tono firme y sereno: «Aún no es hora. Cierra tus oídos y llénate de vida; vuela entre las montañas, entrégate a las olas del mar y surge como un pájaro que lleva en el pico los aletazos de un pez».

Años después, mi esposa me dirá: «Sentimos que te morías». Su mirada estará cargada de algo más que recuerdos.

***

Rubén García García

1946 en Álamo Ver. Mex. Médico, egresado de la UNAM. Las experiencias en el servicio social son importantes en su narrativa ya que muchas historias están ambientadas tanto por el paisaje como por la cultura del sitio. Ejerció la medicina privada. Como trabajador de la salud estuvo en contacto con poblaciones y supervisando las unidades de salud dispersas. Ejerció como maestro en la facultad de medicina y actualmente está jubilado por la Universidad Veracruzana.

Es Importante en su trayectoria su inclusión a Ficticia.com. donde obtiene los elementos para comprender la brevedad. Acepta que le fueron enseñados, desinteresadamente por maestras pacientes y capaces.

Publicaciones (algunas)

Revistas electrónicas: Piedra y nido, Brevilla, inmediaciones, ficticia.

Antologías: Eros y Afrodita en la minificción, (Ant. Dina Grijalva) El libro de los seres no imaginarios (Ant. José Manuel Ortiz Soto) Cien fictiminimos (compilador Alfonso Pedraza) Cuentos pequeños GRANDES LECTORES (Ant Agustín Cadena Amélie Olaiz) Contribuye en educación básica en  “Proyecto mundo para todos” 2007 Puerto Rico ediciones sm Sexto año. “Pluma y lapiz” 2005 Puerto Rico, ediciones sm.

Libros: Historias de amor y muerte (edición privada), La seña del murmullo Editora BGR y La danza de las fuerzas, de próxima publicación en Editora BGR (2025.

La revista Brevilla dirigida por Lilian Elphick me da la alegría y el honor de exhibir algunas de mis ficciones. Mi agradecimiento a ella y a sus colaboradores.  

 


 

IVAN POZZONI: «EPIMILLIGRAM»


 

 

EPIMILLIGRAM

 

No debes enfadarte si a veces te nombro,

te he hecho inmortal en el «retrato anónimo».

Mi tinta graba mejor que un tazón de cicuta:

sin que nadie lo sepa, tu reputación ha evolucionado.

 

 

EL OFICIO DEL POETA

 

He descubierto por qué a muchos no les gustan mis poemas

me resulta difícil hablar de la vida y de otras fantasías,

me interesa la política, lo social, lo comunitario,

y -como diría Checco Zalone- son cosas que no le importan a nadie.

 

En mi lápida escribiré «[...] nació para escribir versos [...]

para estar seguro de que se perderán todos.

Y pondré allí una copa de amargo Montenegro,

así, perdidos sí, pero no me importa.

 

 

EL EPIGRAMISTA INDIFERENTE

 

Para entretenerte, lector desplomado en el sofá,

debo inventar sin cesar rimas de chamán,

las asonancias corazón-sol-mar no son suficientes para el epigramista feroz,

quieres retorcerme el cerebro con rimas como gong / sarong o bordeaux / trumeaux,

pero, creyendo que pones tus trece neuronas en una cámara acorazada,

recibes, inesperadamente, a cambio, un radiante «vaccagare».

 

 

COOPERACIÓN INTERNACIONAL

 

La cooperación internacional fue llevada a cabo por el Ministro del Interior amarillo/verde,

las barcazas de inmigrantes de África destinadas a Marsella la flota francesa las dispersa

desviándolos a Lampedusa, y, en un arranque de amistad, Salvini, sin cañonear

el X-MAS de los camaradas UE que no aceptan a los extracomunitarios, se limitó a hacerles esperar.

 

 

 

***

Ivan Pozzoni nació en Monza en 1976. Entre 2007 y 2018 se publicaron varias colecciones de sus versos: Underground y Riserva Indiana, con A&B Editrice, Versi Introversi, Mostri, Galata morente, Carmina non dant damen, Scarti di magazzino, Qui gli Austriaci sono più severi dei Borboni, Cherchez la troïka y La malattia invettiva con Limina Mentis, Lame da rasoi, con Joker, Il Guastatore, con Cleup, Patroclo non deve morire, con deComporre Edizioni, y e Kolektivne NSEAE con Divinafollia. Ha escrito/editado 150 volúmenes, redactado 1.000 ensayos, fundado un movimiento de vanguardia (NeoN-avant-gardismo, aprobado por Zygmunt Bauman), con un millar de movimientistas, y redactado un Antimanifiesto NeoN-avant-gardista. Sus versos han sido traducidos a 25 idiomas. En 2024, tras seis años de retirada total de los estudios académicos, regresó al mundo artístico italiano y fundó la Kolektivne NSEAE (Nuova antropología socio/etno/estética).